Por Albert Sales // Publicado originalmente en catalán en LaDirecta núm 400 de enero de 2016 //

Las mujeres duermen en la calle sufren acosos y abusos y tienen un mayor riesgo de cronificación y de desarrollar enfermedades mentales que los hombres

Es más infrecuente ver a una mujer pasando la noche en la calle que un hombre. La mayoría de estimaciones y los datos recogidos de manera sistemática en la ciudad de Barcelona indican que la proporción de mujeres entre las personas sin techo que duermen en la calle es de entre el 9 y el 11%. Puede sorprender que mientras muchas voces cualificadas denuncian la feminización de la pobreza, su cara más visible y más extrema sea masculina. Pero la menor presencia de mujeres pernoctando al raso no significa que la exclusión residencial las afecte menos que a los hombres.

23902147505_180e880e0e_zA medida que nos apartamos de la situación de calle y de los recursos sociales tradicionalmente pensados ​​para atender a las personas sin techo, vamos encontrando una mayor proporción de mujeres. Según el último informe de la Red de Atención a las Personas Sin Hogar de Barcelona que recoge los datos del 11 y 12 de marzo de 2015, la proporción de mujeres en los Centros de Primera Acogida era, en aquella fecha, del 14%; en los recursos residenciales de media estancia, las mujeres son el 20% de las atendidas; los pisos de inclusión, un 23%; y un 31% de las personas que viven en pensiones con el apoyo económico de entidades o de los servicios sociales. A pesar de no terminar durmiendo en la calle, las mujeres están tan afectadas por la exclusión residencial o más que los hombres.

No existen datos que nos permitan saber cuántas personas viven en situaciones de hacinamiento (en pisos ocupados, en habitaciones de realquiler …) pero los estudios cualitativos indican que las mujeres tienen una mayor capacidad para soportar estas situaciones de mal alojamiento previas a terminar en la calle. Esta mayor resistencia se explica en parte por una socialización que atribuye a las mujeres la función del matenimiento y el cuidado de las redes de relación. Lo que salva muchas personas de la calle al perder la vivienda son los amigos y familiares que las acogen en su casa. El realojamiento en casa de alguna familiar suele ser una medida temporal y de emergencia por la falta de oportunidades laborales y de acceder a fuentes de ingresos, pero también pueden perpetuar convivencias forzadas donde las habilidades de cuidado y la capacidad para aportar positivamente a las dinámicas domésticas puede ser clave para el sostenimiento de la situación.

Presión sexual frecuente

Cuando las estrategias individuales de resistencia fallan, la acusada sensación de inseguridad que viven las mujeres en la calle las empuja a buscar refugio con más urgencia que los hombres. A los robos y pequeñas agresiones, se suma la fuerte presión sexual que sufren. Aquellas mujeres que han vivido períodos en situación de calle relatan situaciones de acoso más o menos frecuentes y de diferentes intensidades. Explican que no es extraño recibir invitaciones a comidas o a comprar ropa acompañadas de la exigencia de una contrapartida. También reciben ofertas por parte de hombres desconocidos para ir a dormir en su casa. En el último informe de la Red de Atención a las Personas Sin Hogar de Barcelona se presentan testimonios como el siguiente: «Cuando ya llevas tiempo en estas situaciones ya ves venir a la gente: ¿Qué me ofreces? ¿Por qué? Se te acerca un tío que ya sabe cómo estás y quiere aprovecharse de tu situación. Te invitan a una cerveza o un café, y se creen que tienen derecho a ponerte la mano encima »

La presión sexual que reciben las mujeres que viven en la calle se agrava por las tensiones derivadas del control social y los estereotipos. En el mismo informe, se transcribe el siguiente testimonio: «Cuando te ven durmiendo en la calle ya piensan que eres una drogadicta, una fulana, que vas con éste y con aquél. La gente piensa que si duermes en la calle te los follas a todos «.

Una mayor resistencia y una búsqueda de refugio y de alternativas más intensiva y más rápida son los dos factores clave para comprender porque hay muchas menos mujeres que hombres pernoctando en la calle. Pero todos los estudios, además de las entidades y servicios que trabajan para las personas sin techo, coinciden en advertir que las mujeres que se encuentran están en peor situación que los hombres y un mayor riesgo de cronificación y de desarrollar enfermedades mentales derivadas de la dureza de su vida cotidiana.